Valentina Quintero, Comunicadora Social Venezolana especializada en
temas de Turismo, se ha constituido, con bien ganado mérito, como la
primera autoridad en la materia en nuestro país. Su verbo fluido nos ha
transportado, por largo tiempo, a través de los más recónditos paisajes
de esa geografía plena de gente hermosa, bellos parajes e imaginación
sin igual conque los venezolanos nos distinguimos llegada la hora de
afrontar retos sin límites. Tanto en sus amenas crónicas como en sus
cuidados documentales, vale la pena seguir las rutas que Valentina traza
con conocimiento de causa y estilo tan ameno como instructivo.
Valentina, evidentemente bella por dentro y por fuera, se distingue por
la constancia demostrada en su dilatada trayectoria y por la pasión que
le inspira cada rincón de territorio venezolano, que ella recorre una y
otra vez. Y una y otra vez nos descubre toda la magia enorme de este
amado paraíso terrenal que es Venezuela.
Según su autobiografia
Desde
que nací en Caracas el 28 de junio de 1954 he sido una militante de la
felicidad. Mis padres, Tony Quintero y Ana Carlota Montiel de
Quintero, estaban encantados con mi aparición en sus vidas, a pesar de
que ya tenían un varón, Cristóbal, y una hembra, Susana. Con el tiempo
se sumaron Inés y Antonio, para convertirme en “La del medio”. En algún
momento padecí el pavoroso síndrome y decidí que era hija de mi abuela
y por lo tanto hermana de mi padre , tía de mis hermanos y cuñada de
mi madre. Pero se me quitó sin necesidad de terapia. Han pasado más de
cinco décadas, somos una familia unidísima, un bloque capaz de
enfrentarse a las calamidades y las euforias con idéntico afán.
Como
toda una niña bien y privilegiada, estudié en el San José de Tarbes
desde kinder hasta quinto año de humanidades, entré en la Universidad
Católica Andrés Bello inmediatamente y me gradué en Comunicación
Social, mención audiovisual, en 1976. Mi pasión era ser como Luisa
Lane. Eran los días del plan de becas Mariscal de Ayacucho. Apliqué y
me fui a Boston a hacer una maestría. Lo que encendía mi espíritu era
la educación por medios audiovisuales para cambiar el mundo. Entré a la
escuela de educación en Boston University y me dieron mi título de
magister en Tecnología Educativa. En 1981 regresé a la patria a cumplir
mi misión, que debía combinar con la maternidad.
En
1980, después de múltiples tratamientos, me convertí en la madre de
Arianna, mi única hijita, tan bella mi muchachita. Supe que la
fragilidad se había instalado en mis venas, junto a una responsabilidad
fundamentalista que ha regido mi existencia desde entonces. Asimilé
que esa criaturita dependía de mi para seguir viva y ser feliz.
Crecimos juntas entregadas a querernos y cuidarnos la una a la otra.
Las astrólogas que consultamos cada tanto - más por vicio que por
conducción del destino – siempre coincidieron en señalar que Arianna
estaba en el mundo para ser mi madre. Lo asumió con gran entereza en
cuanto se hizo mayorcita.
En
1982 entré a trabajar en la Biblioteca Nacional junto al combo de
guerrilleras – como nos llamaban - de Virginia Betancourt. Nuestra
misión era poner a la gente a leer y hacerles ver que en la información
está el verdadero ejercicio de la democracia. Fueron siete años de
aprendizaje intenso en todos los sentidos.
Más
nunca trabajé con horarios ni prestaciones. Vivía al día, eso sí, pero
libre dentro de mi militancia feliz. Conocí a Elizabeth Fuentes y
empecé a escribir el Manual de Ociosidades en Feriado en 1986. Han
pasado 24 años y sigue saliendo en El Nacional, pero ahora en la
revista Todo en Domingo. Creció tanto que llegó a Radio Capital en
1990. En 1992 Elizabeth y yo empezamos a hacer Descaradas también en
Capital. Ahora estoy en Unión Radio los fines de semana con mi programa
“En todas partes” - que cumplirá 10 años en el 2011. Hago los micros
“Cuentos de Camino” con Miguel Delgado Estévez - el músico y la
sorda - desde 2006. Y desde enero del 2009 empezamos La Guarandinga,
de 6am a 9am por Onda, junto a Alonso Moleiro. Si bien regresé a un
horario, estoy contentísima. La radio en vivo es una estupenda
adicción.
Mi
primera incursión en la televisión fue en Valentina TV, en CMT canal
51 cuando se abrió. En noviembre de 1994 sale Bitácora al aire, una vez
al mes, los domingos por RCTV. Ganamos el Premio Monseñor Pellín en
1996, el Premio Nacional de Periodismo en 1997 y el Dos de Oro en el
2001. En el 2008 el gobierno cerró RCTV, no seguimos grabando nuevos
capítulos pero estuvimos 2 años más saliendo con reposiciones, hasta
que el gobierno dio un nuevo golpe y RCTV se acabó. Fueron 15 años
mostrando lo mejor de Venezuela. Creamos sentido de arraigo, apoyamos
el turismo interno y fuimos más que dichosas al recorrer cada
centímetro de territorio nacional junto a un equipo entregado a la
misión de hacer amar Venezuela.
En 1996 salió la primera edición de “La Guía de Valentina Quintero” y fue lo que llaman un bestseller.
Lo mismo ocurrió con las sucesivas, cada dos años. Si bien hacerla
descompone la armonía del hogar y desequilibra mi militancia feliz, al
verla lista recupero la risa. En el 2010 sacaremos una nueva edición:
Venezuela impelable.
La
vida trashumante me llevó a asociarme con Lía Ungaro, mi comadre
querida, para abrir “El Tarantín de Valentina”, un restaurant en Los
Palos Grandes. Durante 4 años hicimos gozar a los comensales con los
sabores de Venezuela, pero nos pidieron el local, los precios se
volvieron locos y dejamos eso así. Tenemos una idea por ahí para otra
cosita, pero será cuando las condiciones sean más amables.
Cuando
Arianna se graduó en comunicación social en el 2004, se me sentó en la
mesa del desayuno y me dijo, así como quien comenta lo rico de las
arepas con queso telita, que había decidido trabajar conmigo. “Tu eres
una marca y mis hijos y yo viviremos de ella”. Realista y práctica la
muchachita. Yo lloré como Dumbo, pero es lo que hago siempre que me
conmuevo, y ésta, más que una conmoción, fue un terremoto emocional. A
partir de ese instante se profesionalizó mi existencia. Arianna montó
oficina, puso al aire la web, www.valentinaquintero.com.ve
- emprendió otros proyectos, ordenó los trabajos y luego de trabajar
dos guías conmigo, hizo la suya: Guia Extrema. El orgullo sigue
ocupando toda mi humanidad.
En
este instante tengo 55 años, vivo en Los Palos Grandes en mi
apartamento que amo, lleno de luz y espacio, donde trabajo a la hora
que me inspiro. Mi única hijita se independizó, como debe ser. Mis
padres están contentos bajo sus matas, junto a su perro, en La
Guachafita, la casita que tenemos en Caruao. Sigo dedicada a escribir
cada domingo El Manual de Ociosidades y Los Viajes de Valentina, ambos
en El Nacional. Publicamos “Venezuela Infinita”, un libro precioso y
eterno, junto a Pablo Krisch, mi compadre, hermano y fotógrafo. Voy al
amanecer a la radio, hago pilates, ordeno una nueva edición de mi guía y
estoy frenética con mi nueva página web, ahora atómica. La tecnología
llegó para instalarse , de la mano de mi hijita. Confieso que no hay
nada que quiera hacer con mi vida que no sea exactamente lo que estoy
haciendo.
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