Hay varias aerolíneas que ofrecen la ruta. La más antigua es Aereotuy y
la más nueva es Albatros. El pasaje es costoso, porque los aviones casi
siempre tienen que devolverse vacíos. Sugiero reservar con tiempo porque
siempre se acaban los cupos para los mejores horarios. Por mar es un
trayecto largo y no hay empresas que lo ofrezcan de manera regular.
Bondades marítimas. Cuesta elegir a dónde ir en el Parque Nacional Archipiélago de Los Roques. Por eso hay que regresar cada vez que se pueda y explorar siempre un cayo distinto, una playa más lejana, un reducto de pescadores poco frecuentado o algún bajo insospechado para bucear.
Francisquí y Madrisquí son los más populares porque quedan cerquita y desde el segundo se camina sabroso por arena y mar hasta cayo Pirata.
Crasquí queda un poco más retirado, pero sigue siendo muy común llegar hasta su extensísima costa. Los yates suelen anclar en su bahía muy tranquila. Me parece una divinidad caminar su playa, ya sea por la arena o por el mar.
Es tremendo ejercicio ir contra el agua. Menor impacto y cada vez que te da calor, te hundes un poco más y listo. Hacia la parte de atrás hay un sector de playa oceánica y un buen sitio para hacer snorkeling. La otra ventaja es que tiene cinco restaurantes, cuatro de ellos campamentos para colocar carpas, con baños y duchas de agua dulce.
Un intento fallido. A principios de los años noventa, María Eugenia Joya (la misma del Rancho Yemayá en La Tortuga) logró una concesión de Inparques para hacer un campamento en Crasquí. Después de cientos de dificultades y pleitos, abrió Camping Crasquí en una primera etapa. Unos baños amplios y cómodos, un área de restaurante, planta desalinizadora y de tratamiento, caminerías hacia la playa y entre las carpitas que servían de hospedaje. Estas tenían su piso de cemento, puerticas y ventanas de romanilla blancas, lonas color melón y dos camitas cada una con su mesa de noche. Una delicia hospedarse aquí, recibir el sol al amanecer, lanzarse al mar y esperar la hora del desayuno. Logré alojarme tres o cuatro veces.
Por diversos motivos llegó a ser propiedad del Banco de la Construcción y lo operaba una cadena de posadas estupenda que se llamaba Sunchichi.
Hasta se ganó un premio internacional de arquitectura sustentable. Pero vino la debacle de los bancos, pasó a propiedad de Fogade, se hicieron todas las diligencias posibles para evitar que se perdiera, hasta se propuso que se lo quedara Inparques, pero ganó la indolencia. Como tantas veces...
Todavía se ven las ruinas de lo que fue un modelo de campamento playero, con todos los servicios resueltos y el menor impacto posible.
Morada de pescadores. Los únicos habitantes fijos de Crasquí son los pescadores.
Igual que sucedió en el Gran Roque, algunos de ellos han decidido acomodar sus ranchos para prestar servicio a la visita y diversificar sus economías. Que no sólo sea la pesca, sino tener algún beneficio de la fascinación turística por el archipiélago. Como no están permitidas las construcciones medida que apoyo porque no podemos replicar las calamidades del Gran Roque en cada cayo lo que han hecho es colocar baños, duchas, ampliar la cocina, colocar mesas para servir comidas, sofás y colchones cubiertos con telas bonitas y adornos que trae el mar, pero manteniendo siempre la estructura inicial de paredes de tablitas, piso de arena en las áreas comunes y tablitas en la cocina y baños.
Forita fue la primera en abrir su Restaurante de Juanita hace 17 años. Empezó con 2 mesitas en la parte de atrás y ya puede atender hasta 80 personas. Lo que ha mantenido es su cocina y su menú: arroz amarillo, pescado frito, ensalada rallada y un ponquecito al final junto al café. Cuando no es temporada de langosta, ofrece camarones, langostinos y calamares que trae desde La Guaira. Alquila kayaks.
Olivia y Víctor se asociaron con Otilio, un viejo y gentil pescador roqueño, para crear El Rancho de Otilio, donde él conserva su casa, ellos tienen una habitación, y los tres comparten la cocina, el fogón, los muebles sabrosos junto al mar y atienden a sus huéspedes.
Ofrecen la comida, los visitantes pueden llevar la suya y ellos la preparan, si se quieren quedar en carpas ellos se ocupan de los permisos y si el clima se pone complicado, hay unos cuarticos donde guarecerse.
Todo es sencillo, pulcro, acogedor e informal.
Siguen caminando por la playa y llegan al Rancho Agua Clara, de Guayo, pero donde ahora se ocupan Jesús y Lichy, una pareja de jovencitos muy bien dispuestos. Llegué a las 7:30 am y estaba fregando, limpiando y preparando desayuno. Él estudió cocina, así que se esmera en ampliar el menú para servir fideuas de mariscos, cartocho de pescado o nido de pasta Agua Clara. Ofrece carpas, dos cuarticos, chinchorros y hasta una camita en la playa con su mosquitero.
Más allá se consiguen con el Rancho de Lipe, familia de pescadores roqueños de siempre, ahora con Patricia, que también vive en Los Roques desde hace años, tiene un rancho en cayo Pirata y su peñero para hacer los viajes.
Entre ambos han convertido su rancho en un espacio extraordinario, de buen gusto, con saloncitos y mesas por todas partes, puffs, colchones con telas bellas, alfombritas y unos cuantos cuarticos con ventiladores y ventanas. Los baños se comparten, alquilan kayaks y tablas de padeling, hay duchas y se come hipersuculento. Patricia ofrece sus pinturas de temas marinos que son una belleza.
El último y más reciente es el Rancho Samady, de Leticia, con alquiler de kayaks y tablas de padeling, su comedor muy lindo, una camita en la arena rodeada de mosquiteros y cortinitas y dos cuarticos muy sencillos.
Los precios de todos son muy similares. Oscilan entre los 500 y 700 por persona con todas las comidas o con desayuno y cena. Ustedes llaman y negocian.
Como les dije al principio, a mí me fascina quedarme aquí. Me siento de "verdaíta" en Los Roques, pegada de la naturaleza, con sonido de mar y playa al abrir el ojo.
Bondades marítimas. Cuesta elegir a dónde ir en el Parque Nacional Archipiélago de Los Roques. Por eso hay que regresar cada vez que se pueda y explorar siempre un cayo distinto, una playa más lejana, un reducto de pescadores poco frecuentado o algún bajo insospechado para bucear.
Francisquí y Madrisquí son los más populares porque quedan cerquita y desde el segundo se camina sabroso por arena y mar hasta cayo Pirata.
Crasquí queda un poco más retirado, pero sigue siendo muy común llegar hasta su extensísima costa. Los yates suelen anclar en su bahía muy tranquila. Me parece una divinidad caminar su playa, ya sea por la arena o por el mar.
Es tremendo ejercicio ir contra el agua. Menor impacto y cada vez que te da calor, te hundes un poco más y listo. Hacia la parte de atrás hay un sector de playa oceánica y un buen sitio para hacer snorkeling. La otra ventaja es que tiene cinco restaurantes, cuatro de ellos campamentos para colocar carpas, con baños y duchas de agua dulce.
Un intento fallido. A principios de los años noventa, María Eugenia Joya (la misma del Rancho Yemayá en La Tortuga) logró una concesión de Inparques para hacer un campamento en Crasquí. Después de cientos de dificultades y pleitos, abrió Camping Crasquí en una primera etapa. Unos baños amplios y cómodos, un área de restaurante, planta desalinizadora y de tratamiento, caminerías hacia la playa y entre las carpitas que servían de hospedaje. Estas tenían su piso de cemento, puerticas y ventanas de romanilla blancas, lonas color melón y dos camitas cada una con su mesa de noche. Una delicia hospedarse aquí, recibir el sol al amanecer, lanzarse al mar y esperar la hora del desayuno. Logré alojarme tres o cuatro veces.
Por diversos motivos llegó a ser propiedad del Banco de la Construcción y lo operaba una cadena de posadas estupenda que se llamaba Sunchichi.
Hasta se ganó un premio internacional de arquitectura sustentable. Pero vino la debacle de los bancos, pasó a propiedad de Fogade, se hicieron todas las diligencias posibles para evitar que se perdiera, hasta se propuso que se lo quedara Inparques, pero ganó la indolencia. Como tantas veces...
Todavía se ven las ruinas de lo que fue un modelo de campamento playero, con todos los servicios resueltos y el menor impacto posible.
Morada de pescadores. Los únicos habitantes fijos de Crasquí son los pescadores.
Igual que sucedió en el Gran Roque, algunos de ellos han decidido acomodar sus ranchos para prestar servicio a la visita y diversificar sus economías. Que no sólo sea la pesca, sino tener algún beneficio de la fascinación turística por el archipiélago. Como no están permitidas las construcciones medida que apoyo porque no podemos replicar las calamidades del Gran Roque en cada cayo lo que han hecho es colocar baños, duchas, ampliar la cocina, colocar mesas para servir comidas, sofás y colchones cubiertos con telas bonitas y adornos que trae el mar, pero manteniendo siempre la estructura inicial de paredes de tablitas, piso de arena en las áreas comunes y tablitas en la cocina y baños.
Forita fue la primera en abrir su Restaurante de Juanita hace 17 años. Empezó con 2 mesitas en la parte de atrás y ya puede atender hasta 80 personas. Lo que ha mantenido es su cocina y su menú: arroz amarillo, pescado frito, ensalada rallada y un ponquecito al final junto al café. Cuando no es temporada de langosta, ofrece camarones, langostinos y calamares que trae desde La Guaira. Alquila kayaks.
Olivia y Víctor se asociaron con Otilio, un viejo y gentil pescador roqueño, para crear El Rancho de Otilio, donde él conserva su casa, ellos tienen una habitación, y los tres comparten la cocina, el fogón, los muebles sabrosos junto al mar y atienden a sus huéspedes.
Ofrecen la comida, los visitantes pueden llevar la suya y ellos la preparan, si se quieren quedar en carpas ellos se ocupan de los permisos y si el clima se pone complicado, hay unos cuarticos donde guarecerse.
Todo es sencillo, pulcro, acogedor e informal.
Siguen caminando por la playa y llegan al Rancho Agua Clara, de Guayo, pero donde ahora se ocupan Jesús y Lichy, una pareja de jovencitos muy bien dispuestos. Llegué a las 7:30 am y estaba fregando, limpiando y preparando desayuno. Él estudió cocina, así que se esmera en ampliar el menú para servir fideuas de mariscos, cartocho de pescado o nido de pasta Agua Clara. Ofrece carpas, dos cuarticos, chinchorros y hasta una camita en la playa con su mosquitero.
Más allá se consiguen con el Rancho de Lipe, familia de pescadores roqueños de siempre, ahora con Patricia, que también vive en Los Roques desde hace años, tiene un rancho en cayo Pirata y su peñero para hacer los viajes.
Entre ambos han convertido su rancho en un espacio extraordinario, de buen gusto, con saloncitos y mesas por todas partes, puffs, colchones con telas bellas, alfombritas y unos cuantos cuarticos con ventiladores y ventanas. Los baños se comparten, alquilan kayaks y tablas de padeling, hay duchas y se come hipersuculento. Patricia ofrece sus pinturas de temas marinos que son una belleza.
El último y más reciente es el Rancho Samady, de Leticia, con alquiler de kayaks y tablas de padeling, su comedor muy lindo, una camita en la arena rodeada de mosquiteros y cortinitas y dos cuarticos muy sencillos.
Los precios de todos son muy similares. Oscilan entre los 500 y 700 por persona con todas las comidas o con desayuno y cena. Ustedes llaman y negocian.
Como les dije al principio, a mí me fascina quedarme aquí. Me siento de "verdaíta" en Los Roques, pegada de la naturaleza, con sonido de mar y playa al abrir el ojo.
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