¿Por qué a mí?, te habrás preguntado alguna vez. La respuesta es
obvia: el problema no eres tú sino ellos. Los hombres engañan, por
diversas razones, pero siempre engañan… Con humor, la autora de la nota
nos cuenta qué los lleva a “meternos los cuernos”.
Sabemos que, de todas las preguntas que te haces al saber que te
están engañando, la más importante de todas es la de “¿por qué?”. De
todas las demás – cuándo, dónde, cómo, con quién – no vas a aprender
nada pero el “¿por qué?” es la única pregunta que nos diferencia de un
animal.
Entonces, analicemos las causas de la infidelidad en los hombres. Hay
una verdad: lo hacen porque si. Sabemos que un 40% de los hombres tiene
un gen que puede inducirlo al pecado si no es muy civilizado, que lo
hacen en momentos de crisis, por someterte, o por sentirse más vivos que tu . Pero hay más razones…
Por una crisis de la mediana edad. Hay un momento en
la vida de un macho en que de golpe se da cuenta de que se está
quedando sin pelo, sin fama y con algunos kilos demás. Esto los asusta y
quieren retroceder el tiempo para ver dónde dejaron la billetera. No
les gusta ver que el tiempo pasa y que con él, las oportunidades de
conocer, por ejemplo, a Pamela Anderson, se reducen estrepitosamente.
Para el cuarentón traumatizado es muy importante sentir que puede atraer
a una jovencita, aunque sea a través de la banda magnética de su
tarjeta de crédito. Que una jovencita les de cinco minutos de pelota a
ellos los hace sentir que les crece el pelo donde más le falta, y se les
depilan las canas mágicamente. Por eso, esta situación se conoce como
“tirar una cana al aire”.
Para romper la rutina. Hay hombres que creen que la
vida debe ser una aventura sin fin de acontecimientos excitantes que los
llenen de adrenalina. De estas personas, algunas se dedican a las
carreras de autos; las que tiene menos dinero se deslizan montaña abajo
trepados a un carrito de supermercado; y, los que tiene menos dinero
aún, meten los cuernos. Finalmente logran su cometido: nada brinda más
adrenalina y rompe tanto la rutina como una esposa furiosa.
Por un ataque de romanticismo agudo. “Simplemente,
me enamoré” es el justificativo por excelencia, como si fueran víctimas
del destino. Con el pretexto de que el amor lo justifica todo, el
romántico valida su aventura disfrazando lo que es simple sexo en amor
puro. Algunos confunden aún más las cosas diciendo que con ella “había
química”, cuando lo que los unía no era químico sino físico.
Para aumentar su autoestima. A veces los hombres
están tan preocupados por medir su performance sexual fuera del lecho
conyugal, que hacen lo imposible por tratar de levantarse a una mujer a
la que puedan mostrar como trofeo sexual, que les haga sentir su valía
como conquistadores y les restituya la seguridad en la total integridad
de su verdadera hombría, haciéndoles sentir que su virilidad está sana y
en pie, que él sigue siendo un atractivo ejemplar macho, un importante
semental de admirable potencia y un apetecible latin lover para
cualquier mujer ya que conserva todo su sex appeal en plena forma. A
esto, ellos lo explican como “Bah, no significó nada”.
Para buscar compensaciones en la vida. Son los que
se ponen en posición de víctimas y sienten que la vida les debe algo,
cuando en realidad es su primo Octavio el que les debe dinero. Pero como
Octavio no tiene una moneda partida al medio, mejor pedirle a la vida
lo que le debe Octavio. Ahora bien, Octavio les debe dinero…pero los
hombres confunden todo. Lo que siente el infiel es que en esta vida él
merecía ser Donald Trump con el cuerpo de Brad Pitt, una novia como
Naomi Campbell y cinco Rolls Royce en la puerta de casa. Creen que el
destino les dio la espalda y, como no están en condiciones ni de
comprarse una bicicleta, de puro resentidos ellos van y se acuestan con
la primera que pasa y lo explican como “mi mujer no me comprende”.
Para tener un premio. Dicen los expertos que hay que
vigilar de cerca a los maridos ascendidos en el trabajo, porque todo
ascenso, promoción o cambio fuerte de status social lo hace sentir un
hombre con derecho a más hembras. Hay que explicarle al marido que él no
es un mono para ser un Macho Alfa. Si se trepa a un árbol mientras se
lo decís, es que no lo ha entendido del todo.
Para tener un secreto. Cuando un tipo dominado
quiere vengarse de una mujer, lo primero que hace es ocultarle cosas y
mentir de modo tal de probarse a él mismo y demostrarle a ella que él
puede hacer lo que se le antoje. En esta situación lo que más les
interesa es tener un secreto al que ella no tenga acceso, pues un
secreto da una especie de poder: algo sucede a espaldas de ella, y ella
lo ignora. Muchos maridos se conforman con el secreto de ser los únicos
que conocen su clave para entrar al mail; otros se conforman con ser el
único que sabe dónde hay chocolate en la casa. Los que no tiene
computadora ni aprecian el chocolate, se buscan una amante.
Por falta de sexo en la pareja. Debatiendo dos hombres si las mujeres tiene sexo por amor o por interés, uno le dijo al otro:
- La mía lo hace por amor…
– ¿Cómo estás tan seguro?
– Porque lo que es interés, no pone ninguno.
– ¿Cómo estás tan seguro?
– Porque lo que es interés, no pone ninguno.
El sexo es jugar con el cuerpo del otro con cierto grado mínimo de
entusiasmo. Es decir, quien no siente ganas de hacer una ensalada por
diversión, no se molestará en intentar el sexo, que es algo más
condimentado. La cama es un lugar donde se suele saldar cuentas con
alarmante frecuencia. A veces de manera inconsciente, uno termina
vengándose del otro a través de una forzada abstinencia sexual, que
puede llevar a que quien lo hacía poco, que acabe olvidando hasta cómo
se hacía.
La infidelidad es uno de los mayores misterios de la naturaleza. Una
esposa engañada me decía: “Yo no entiendo cómo, si mi marido es incapaz
de encontrar las cosas más imples de la casa, la sal, sus llaves, sus
anteojos, sus medias, una lapicera… ¿Cómo es capaz de encontrar una
amante?”
En fin, hay mil motivos locos más para meter los cuernos, como
buscarse una amante espantosa para poder idealizar y valorar más a la
esposa, tratar de probarse a sí mismo que es más macho que su padre,
buscar amantes que sean iguales a mamá o, simplemente, hacerlo porque su
esposa lo permite, porque ya sabe que si su marido se siente culpable,
acabará reparando la persiana rota.
Triste pero real: en definitiva, la infidelidad es muy útil para reparar persianas.
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